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¿A manos de quién dejamos el periodismo?

  • Estel Simó
  • 6 oct 2016
  • 2 Min. de lectura

Cada vez son más las oportunidades que tenemos los ciudadanos para participar en la construcción de la realidad social. Un hecho que puede lograrse mediante la incorporación de opiniones en publicaciones ya existentes o a través de la creación de espacios distintos a las fórmulas tradicionales. A esto le denominamos periodismo ciudadano, un periodismo que abre un gran debate sobre la profesionalidad del autor, un mero ciudadano.


El periodismo ciudadano puede entenderse de dos formas. Por una parte, es la dinámica de participación propuesta por los mismos medios de comunicación como las Cartas al director o los artículos de opinión, en su forma más tradicional. O bien, de forma más contemporánea los comentarios inmediatos a noticias. Por otro lado, podría entenderse también como la creación de contenidos por parte de los ciudadanos a través de sus propios canales o soportes independientemente de las empresas informativas.


El desafío está en intentar que estos mecanismos sirvan para acercar los problemas de la sociedad a las instituciones democráticas. Es decir, dotar de dinamismo a la vida política para que oiga a la ciudadanía. Asimismo, es para la sociedad un recurso para encontrar una respuesta inmediata de aquello que les inquieta mediante una interacción. El periodismo ciudadano transforma radicalmente las estructuras de los medios de comunicación para hacerlas más descentralizadas.


NECESIDAD DE UNA REGULACIÓN

La ampliación de espacios públicos donde la sociedad pueda interaccionar y coger el rol de periodista puede parecer un síntoma de libertad pero es sin embargo una amenaza a la misma. ¿Hasta qué punto tenemos controlado el contenido de éstas publicaciones? Las publicaciones de internet no están sometidas a fuertes regulaciones de censura previa, sino todo lo contrario. Una tarea de control es casi imposible y esto provoca que los derechos públicos puedan vulnerarse. Los Estados Constitucionales garantizan la libertad de expresión siempre que exista la veracidad y el interés público. De esta forma, el ciudadano que participa en el proceso de producción de las noticias debe cumplir las mismas normas reguladoras para así garantizar dichos derechos pero el problema es que este ciudadano no está dotado de conocimientos para hacerlo. No es un periodista.


Antiguamente con la participación tradicional se podía controlar de alguna forma quién publicaba qué y el contenido ya que por ejemplo, con las Cartas al Director se pedía el DNI. Hoy en día, internet provoca una libertad casi ilimitada que supone un reto intentar limitar y legislarlo. Por esto mismo, hay algunas empresas que han tomado medidas preventivas. Los periódicos con edición digital contratan a agencias externas para que controlen y, en casos extremos incluso eliminen, comentarios inoportunos de usuarios en sus noticias. Ahora bien, esto es un simple grano de arena en la imersidad de internet. ¿Y qué pasa con todo aquel contenido de creación propia que no forma parte de ninguna cabecera de prestigio? ¿Cómo garantizamos los derechos de los profesionales?


Artículo de José Manuel Chillón


 
 
 

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